Por. Ramón John
El pasado lunes 3 de julio, en el
noticiario que dirige Denise Maerker 10
en Punto, se difundió un trágico episodio más de la añeja y violenta
disputa territorial entre el municipio de San Juan Mixtepec y la comunidad de Santo Domingo Yosoñama perteneciente
a San Juan Ñumi, pese a que el evento transmitido sucedió hace un mes, no deja
de ser preocupante la poca o nula atención que se le brindó a nivel estatal y
nacional pese a las repercusiones que tiene la ya tensa relación entre ambos
municipios. A principios de junio fueron emboscados y atacados con armas de
fuego tres vehículos en el paraje Tres Cruces de la carretera que va de San
Juan Mixtepec a la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, el saldo fue de cinco mujeres
que además de fallecer por disparos de arma de fuego, cuatro de ellas fueron
calcinadas al interior de uno de los vehículos, incluida una menor de edad;
Mixtepec señala a integrantes de Antorcha Campesina de Yosoñama ser los autores
materiales del ataque, mientras estos últimos se deslindan de los hechos. Sin
embargo en diciembre de 2013 en ese mismo lugar, Tres Cruces, fallecieron once
habitantes de Yosoñama en similares circunstancias: emboscados con armas de
fuego y también quemados en el vehículo que viajaban. Esta espiral de violencia
cuyo origen es la disputa por mil 740 hectáreas que vienen sosteniendo por más
de siete décadas, ha sido el pretexto para sobreponer el ajuste de cuentas como
acto de venganza irracional tanto de un bando como de otro, ambas poblaciones
se culpan mutuamente de los actos de violencia que va desde secuestros de
habitantes, desplazamientos, vehículos robados y/o quemados, y por supuesto los
homicidios hasta sabotajes en la infraestructura eléctrica y de suministro de
agua; los decesos suman alrededor de treinta en los últimos 17 años y no se
vislumbra un final que sea justo para las partes pues los incidentes son
constantes. Esta acción demuestra que gobiernos federales y estatales van y vienen
sin poder conciliar o buscar soluciones para evitar muertes y enfrentamientos
que solo profundizan más la división entre comunidades para quedar rezagadas, no
solo en este sino a los varios focos rojos existentes en el estado de Oaxaca, y
por supuesto la indiferencia de la federación ante tales sucesos no es novedad,
pues las comunidades de Oaxaca carecen de “importancia política” pero son un
jugoso botín para empresas que buscan saquear sus recursos y entonces sí, a
mover a México siendo muy claros los ejemplos con la concesión a las mineras.
En días recientes, el caso del enfrentamiento entre habitantes de la Agencia
Municipal Vicente Guerrero y el Frente Popular 14 de Julio, en el municipio de
Villa de Zaachila, evidencia ese desinterés por parte de las autoridades
estatales para buscar solución en los focos rojos pues con semanas y meses de
anticipación antes que esto explotara, distintos medios estatales reportaron
los enfrentamientos y hostigamientos que padecían de los integrantes del FP14;
ahora el resultado es de una persona asesinada, desplazados, vehículos y
mototaxis incendiados, además de la inestabilidad social en dicha zona que
abarca otras colonias, el gobernador Alejandro Murat que le ha quedado grande
el puesto de gobernador. Ni que decir de otros casos más como los de Santiago
Lachivia contra San Pedro Mártir Quiechapa o los Chimalapas, o la inestable región
Triqui cuya historia reciente está regada con sangre. Cabe preguntar entonces
si se puede considerar a la violencia como crónica en Oaxaca ante la
indiferencia de las autoridades pues no se percibe por ningún lado solución
alguna pese al uso de armas de grueso calibre y exclusivas para uso del
ejército, y sobre todo con esos antecedentes. Esperemos que por el bien de los
habitantes no sucedan más ajustes de este tipo y que los medios a través de la
presión social puedan aportar algo más que un espacio en sus horarios
estelares.