Mtro. Juan Carlos Chávez
juancarlos.itesm@gmail.com
@juancarlositesm
Recientemente, debido a mi vocación académica
y a mi propensión por las políticas públicas, he estado leyendo un libro
llamado “Administración y Control de la
Calidad” de James R. Evans y William M. Lindsay. También, he estado leyendo
otro libro llamado “Gobernanza y Gestión
Pública” de Don Luis Fernando Aguilar Villanueva. Ambos libros tienen algo
en común, se complementan. A partir de unas décadas, el sector público adoptó
el enfoque gerencial de los negocios, surgiendo así la nueva gestión pública.
Don Luis, en su texto reconoce que había una cierta incredulidad por parte del
sector público para adoptar las herramientas de administración y gestión del
sector privado.
Sin embargo, la nueva gobernanza ha
demostrado que la relación entre la sociedad y el gobierno ha cambiado y, por
lo tanto, la administración y gestión pública debe incorporar algunas herramientas
que provienen del sector privado. Es aquí, donde la calidad entra en escena. Esta
palabra ha llegado a desestimarse e incluso se ha tornado lo suficientemente ambigua
para no tomarse con la seriedad que se merece. Lo mismo ha pasado con las
palabras de competitividad, gobernanza y políticas públicas, muy usadas, pero
poco comprendidas.
Cuando hablamos del sector educativo, quiero
pensar que podemos dejar de lado la discusión política y que podemos centrarnos
en su discusión en términos de calidad educativa. La calidad entendida, no como
un eufemismo utilizado en los textos sobre la reforma educativa, sino como un
término analítico que puede ser retomado del sector privado, que puede
ayudarnos a desentrañar las debilidades de la educación en Oaxaca y a potenciar
sus fortalezas a través de su mejora continua.
De acuerdo con Evans y Lindsay pueden existir
cuatro factores que hacen exitosa una política educativa de calidad. A
continuación, usaré estas características para analizar y describir en términos
de calidad, el problema de la educación en nuestro estado.
El primer rasgo de calidad es la participación activa. Cuando los
directivos de las escuelas (del nivel que sea) están comprometidos para
satisfacer y exceder las expectativas de los alumnos (clientes), estos tomarán
decisiones para facilitar los cambios necesarios para que las escuelas piensen
en convertirse en escuelas de calidad. Los padres también juegan un papel muy
importante, ellos se deben cerciorar de que sus hijos realicen sus tareas con excelencia.
Los profesores deben prepararse para ofrecer a sus alumnos la experiencia y el
conocimiento que tanta falta les hace. Incluso, el personal administrativo y
hasta el servicio de mantenimiento de la escuela deben ofrecer su mayor
esfuerzo y hacer las cosas con calidad. Todos los involucrados deben
preguntarse: ¿qué debo hacer para garantizar una educación de calidad desde mi
posición?, debemos recordar que pensar en términos de calidad, es un modo de
vida.
El segundo rasgo de calidad es el liderazgo comprometido. No puede haber
una orientación hacia la calidad si los líderes no inspiran ni quieren tener
nada que ver con la calidad. El encargado de la dirección de educación en el
estado, las secretarías afines y todos aquellos que tenga que ver con la
educación en los puestos directivos para los distintos niveles educativos deben
gestionar los cambios para lograr una mayor calidad educativa, si ellos están
en sintonía con lograr altos niveles de calidad, inspirarán y conseguirán
colaboradores para alcanzar esos objetivos. Necesitamos a más oaxaqueños como
José Vasconcelos que quieran entrarle al reto educativo y no encontrar el
pretexto perfecto para no hacerlo.
El tercer rasgo de calidad es establecer un sistema de mejora continua. Fijar estándares
de calidad educativa es un asunto del que nadie quiere saber. Aunque estoy de
acuerdo con aquellos que dicen que los contextos son diferentes (el norte y el
sur, el campo y la ciudad, etc.) es necesario entender que siempre debe haber
un techo mínimo de habilidades y conocimientos que todo alumno a cierto nivel
escolar debe dominar (en este punto, ya ni pensemos en las pruebas
estandarizadas mundiales como PISA, al menos pensemos en que debemos ser
alumnos, maestros, directivos y padres cuyas prácticas de calidad podamos
gritar al mundo). Como bien dicen los embajadores de los métodos cuantitativos,
lo que no se mide, no se puede mejorar (lamentablemente debo coincidir con
ellos). En nuestro estado, las evaluaciones de la educación dejaron de
realizarse y debemos retomarlos.
El último rasgo de calidad es promover un ambiente que celebra los éxitos, Alan
Tarr en su famoso artículo titulado “Los
estados como innovadores” confirma que los estados pueden hacer más que
solo esperar recursos y transferencias de la federación, muchos estados han
impulsado políticas públicas innovadoras y estas buenas prácticas han sido
adoptadas por el gobierno federal; los estados deben comenzar a emprender
iniciativas propias. En el ámbito educativo ésta debe ser la constante, los
gobiernos estatales se han escudado en que la educación debe ser garantizada
por el gobierno federal y que los gobiernos locales no pueden hacer nada. En
Oaxaca, los recursos para pagarles a los profesores están centralizados, al
igual que el servicio profesional docente; pero podemos hacer mucho más para
garantizar la calidad educativa desde al ámbito local. Se me ocurre que estos
ambientes que celebran los éxitos en un marco de promoción de calidad tienen
que ver más con otorgar los incentivos a aquellos que se han esforzado en
garantizar una educación de calidad. Los incentivos deben generar el entusiasmo
necesario para compartir y trabajar sobre un bien común: la calidad. ¿Alguno de
ustedes recuerda hace cuánto tiempo se instituyo, en Oaxaca, algún premio de
calidad para el sector educativo?, debemos repensar nuestro sistema de
incentivos para premiar las practicas exitosas en nuestro estado y comenzar a
propiciar ambientes que premien el éxito.
Finalmente, quiero aclarar que este artículo
de opinión no sugiere la calidad en el sentido de las escuelas de calidad que
promueve la SEP, el enfoque que se sugiere utilizar es ver a la calidad como la
ve el sector privado, una calidad que ponen en el centro de las políticas
educativas a los alumnos, una calidad que supera sus expectativas y que debe
ser gestionada desde el ámbito local y por todos los actores involucrados.