jueves, 9 de agosto de 2018

Conmemorar para olvidar, la agenda de la expropiación simulada en el reconocimiento “Día Internacional de los Pueblos Indígenas”.



Por Russell Mariano
En el transcurso del sexto siglo de haberse dado la colonización, que muchos escritores ahora refieren como el inicio del saqueo y la explotación, hoy en tiempo modernos, los pueblos originarios vivimos escenarios similares a los descritos por los libros de historia que narran los sucesos de la conquista, para el caso de México. Sin embargo, pareciera que el objetivo, de quienes buscan el dominio de la riqueza en México, es dominar a través de la política de la simulación para/con los pueblos originarios.

Externar que la política orientada a la búsqueda de la justicia para nuestros pueblos es simulada, representa un compromiso particular de quién lo señala por mostrar a través del conocimiento empírico la veracidad de su hipótesis, y tiene en contra, durante el proceso de su exposición, la estructura del Estado mismo. Estado que ha reproducido sistemáticamente, en México, el pensamiento de dominio, control y sometimiento a través de la fuerza para atender los intereses del mercado. En otras palabras, tenemos un gobierno para los capitales y no un gobierno del pueblo mismo como se enarbola a través del concepto de la democracia, aunque en el discurso eso se busque hacernos creer.

El pueblo de México es mancillado reiterativamente, la simulación de “gobernar para todos” se recrudece cuando vemos los indicadores de desigualdad entre nuestra población. La acumulación de la riqueza en poder de unos pocos es producto de una política de mercado, que bajo el discurso de “libertad” pregona “apertura” para todos, pero se desentiende de lo social, principalmente del trabajador, y esto impulsan los gobiernos. Si obviamos en nuestro análisis esta situación económica, estaremos entonces generando un escrito absurdo, como los hay en cantidades, que por no generar controversia con el sistema político se limitan a un análisis escueto del momento, y es ahí donde buscan encausarnos, en la mediocridad.

La situación de los pueblos étnicos en México es crítica, su organización se ve continuamente amenazada por el institucionalismo del Estado mexicano, los modelos de gobiernos de jerarquías arremeten contra la organización comunitaria, y en circunstancias diversas, se aprovechan de su solidaridad, cooperación y hermandad, cual minera que solo busca la extracción de un mineral.

Delimitando nuestro contexto, en el caso de Oaxaca, se cuentan con 417 municipios que eligen a sus autoridades bajo la categoría de sistemas normativos internos. Dicha categoría ha sido adscrita a través de las instituciones bajo el calor de la agenda internacional del reconocimiento de los derechos de los pueblos étnicos, es decir, se reconoce el principio pero no se analiza el contexto, pues muchos de estos municipios representan el espacio ideal para la reproducción de cacicazgos que se han vuelto un instrumento para someter a las comunidades étnicas, prueba de ello lo hayamos en los casos donde las comunidades, reconocidas como agencias municipales y de policías, demandan exclusión por parte de la cabecera municipal.

Por otra parte, retomando el proceso electoral pasado, en Oaxaca, tenemos tradición en el reconocimiento de los procedimientos internos de los 417 municipios, sin embargo, en la reciente redistritación política del Estado de Oaxaca, no se reconocen distritos indígenas como sucedió en el acuerdo del 2005 del Instituto Federal Electoral (hoy INE) donde se reconocen 28 distritos indígenas, reconocer esta diferencia en Oaxaca representaría para los partidos políticos un riesgo en sus cuotas de poder, en tanto no hubo disposición para ello, lo que muestra una vez más que ha sido la resistencia y la lucha de los pueblos étnicos lo que las mantiene vivas y no la visión seudo-demócrata de las instituciones.

En este sentido, el día internacional de los pueblos indígenas nos marca una fecha para conmemorar, y por qué habremos de conmemorar o quiénes han de conmemorar. Quienes conmemoran son ellos, los otros, los no indígenas, y lo hacen para cubrir una necesidad de apertura y sobriedad política, lo que hoy llaman integración. En eso radica la política de simulación, pues en tanto se conmemoran fechas, a la par, se concesionan tierras para extraer los minerales sin importar la vida de quienes ahí habitan, se conmemora para olvidar que los pueblos étnicos no tienen representación política en los parlamentos, y más que simulación podríamos llamarle la política de la hipocresía.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Las discusiones… de siempre ¿Un escenario espontaneo, construido o tradicional en México?



Por. Russell Mariano
Transcurrido un mes de la jornada electoral, la opinión pública se ha enfocado en las acciones del presidente electo; la presentación y estructura de su gabinete, las propuestas de trabajo en la administración pública federal y temas de alcance legislativo han marcado la agenda política a nivel nacional, tanto, que la gestión de la actual administración presidencial pasa desatendida para algunos medios. Pero, esta situación ¿a qué nos lleva?

Ya en otros casos, en  días pasados la opinión pública, o mejor dicho, el escenario mediático que comprende los medios tradicionales de comunicación, y principalmente la plataforma de interacción que ha generado el internet a través de sus redes sociales, han cuestionado severamente las determinaciones del presidente electo. Andrés Manuel López Obrador (AMLO), estas interrogantes son producto del planteamiento del propio presidente electo antes y después de elecciones. En ese contexto, la propuesta de hacer cosas diferentes a las acostumbradas por los gobiernos pasados pone en alerta a la opinión pública, y es un avance muy válido, pues genera las pautas para vincular a la sociedad en general en temas de interés público, a eso nos llevan los cambios

Sin embargo, los temas “cuestionados”, o mejor dicho, polémicos, son únicamente producto del momento, se cuestiona el posicionamiento más no la trascendencia, como ha sucedido con el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), y recientemente con la propuesta presentada por AMLO de Manuel Bartlett, quien se distinguiera en el escenario político por anunciar la caída del sistema en la jornada electoral de 1988, para dirigir lo que queda de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la interrogante sería ¿Representa la persona una amenaza al propio programa de trabajo del Presidente electo? Y tendríamos que cuestionarnos más, y no sobre la persona, sino el proyecto mismo, ahí es donde la academia tendría que abonar lo propio, pero es ese otro tema de análisis.

En tanto, lo expuesto refleja una situación convencional, una discusión… de siempre, de malestar prematuro, en ese sentido como lo he titulado, nos encontramos con el mismo escenario de discusión política. Revisamos las acciones y no las secuencias y mucho menos el problema, pareciera entonces que seguimos, desde la opinión pública, con la espontaneidad de las emociones vinculadas a expresiones construidas y con las mismas formas, lo que nos indica una tradición en el debate de los asuntos públicos.

Aunque vamos avanzando, y como he citado, es importante el cuestionamiento, pero habremos de ir más allá. Como ciudadanos habremos de cuestionar, no solo el acto, sino la secuencia, el programa de gobierno en toda la extensión de la palabra, de ahí la importancia de contar con una formación política, como lo asentara Gabino Barreda en su libro “La Educación Positivista en México”, aunque pareciera que a la élite política y colaboradores no les causa agrado el tener una ciudadanía formada políticamente, pues una ciudadanía como colectivo, tiene la capacidad de decidir masivamente, como lo ha hecho el pasado 1 de julio de 2018. Es entonces este proceso una lección para la élite política, y para la ciudadanía misma, habremos de entender que hay fortaleza social cuando se entiende el concepto de sociedad.