Ramón John López Morales*
RESUMEN
El voto tiene un marco tanto histórico como
teórico, se sustenta en la evolución de su conceptualización así como las
distintas características que adquiere según el país que lo asimile, desde los
estados griegos hasta las naciones de la época contemporánea. Aunque en
principio estuvo limitado a ciertos requisitos para participar, conforme
trascurrieron los siglos se incorporaron distintos sectores sociales. En México,
a partir de la conformación del Estado posrevolucionario se instauraron las bases para transitar de un gobierno dominado
por los militares hacía uno de instituciones, esta reconstrucción propició
la formación del sistema político
mexicano, en el cual presidencialismo y partido hegemónico tuvieron un rasgo
autoritario por siete décadas. Los cambios que pugnaron por una mayor apertura
democrática fueron en esencia, impulsados por movimientos sociales que
requerían de más participación política, lo que se logró bajo la represión.
Quedan las perspectivas de consolidar una democracia que hasta el momento se ha
definido más como una alternancia, siendo la defensa del voto el poder lograr
los cambios.
Palabras
clave:
voto, sufragio, elecciones, participación social, cambio, democracia,
autoritarismo, sistema político, presidencialismo, partidos políticos
Introducción:
A nivel mundial se puede aplicar el método
comparativo en la ciencias sociales para inferir las características que
adquieren algunos conceptos aplicados a diferentes modelos, en el caso del
voto, entendido como un ejercicio democrático, como parte de las instituciones
de la democracia y como instrumento de cambio, tiene distintos matices según la
nación donde se analice. El sustento histórico nos indica que el voto se
utilizó y se defendió para transformar sociedades, aunque en nuestro país no se
apegó a los cánones académicos, durante décadas fue utilizado para “legitimar”
un régimen que no acepto reglas claras e igualdad de condiciones para competir
por el poder político, al contrario se distinguió por su carácter represivo, y
los logros como mayor competencia partidista y participación social todavía
tiene amplio margen de maniobra para que se logre instituir la democracia como
lo indica su definición, por ello el voto se convierte en esa llave para abrir
el candado de lo que ahora es alternancia.
Surgimiento y práctica del voto
Hablar y escribir sobre el voto o sufragio
nos remite al ejercicio ciudadano dentro de un sistema democrático, por el cual
las mayorías se sobreponen a las minorías gracias a la oferta de los partidos
políticos para acceder al poder marcando la separación entre gobernantes y
gobernados; en general esa es la visión sustentada en autores que van desde los
clásicos griegos hasta los contemporáneos en ciencia política, derecho
electoral, partidos políticos y disciplinas afines; los orígenes de la
democracia y por supuesto donde se manifiesta el voto, se remontan a las
ciudades griegas, en especial la Atenas del siglo V, en donde se discutía en la
Asamblea los asuntos de interés público[1]
por parte de los ciudadanos libres. El trinomio voto-democracia- elecciones, no
es algo finiquitado, es un proceso en continua mejora, distintos episodios a lo
largo de la historia nos remiten a las imperfecciones de los sistemas de
participación social. En la misma Grecia antigua tanto las mujeres como los
esclavos de las polis estaban
marginados de tales decisiones; tuvieron que pasar varios siglos para que
nuevamente surgiera con vigor ese trinomio como sucedió durante la Asamblea
Nacional de la Revolución francesa de 1789 e interrumpida con la ascensión de
Napoleón Bonaparte en 1799, aunque no se detuvo la caída de las monarquías o
territorios como sucedió más tarde con la independencia de las colonias
españolas; en este marco de nuevas ideas
políticas, emergen trece colonias inglesas[2]
que se declaran independientes el cuatro de julio de 1776, así nacen los
Estados Unidos, sin embargo hacia 1965 la Ley de Derecho al Voto sancionaba las
prácticas discriminatorias hacía la población afroamericana en su derecho a
sufragar[3],
situación contradictoria para un país que se jactaba de proteger las libertades
y los derechos civiles. Este esbozo nos plantea ¿Por qué votar? La historia y
la teoría nos lo demuestran, tuvo como objetivo defender las decisiones
emanadas en el seno de la sociedad que busco una profunda trasformación en un
sistema económico y político, de finiquitar con las reminiscencias feudales y
absolutistas para dar paso a las llamadas democracias liberales, mientras que
en las naciones bajo el colonialismo hispano y portugués se enfrascaban en definir su configuración
político-administrativa.
El autoritarismo del sistema político
mexicano
En el caso de México, en las primeras décadas
del siglo XX antes de la conformación del Partido Nacional Revolucionario (PNR)
en 1929[4],
los partidos políticos surgían en torno al caudillo regional o estatal, tiempo
después en forma gradual los llamados clubs tuvieron mayor estabilidad y
permanencia para forjar la institucionalidad requerida y no depender de las
coyunturas políticas, sin embargo el voto no era un mecanismo de legitimidad
ciudadana, simplemente se convirtió en un instrumento del régimen para obtener el
triunfo de la reciente clase política
surgida del Estado posrevolucionario; en provincia los estados se convirtieron
en auténticos califatos donde el gobernador era en amo y señor de los destinos
de los ciudadanos cuasi súbditos, entre
los casos más representativos del caciquismo fueron los de Gonzalo N. Santos en
San Luis Potosí y de Maximino Ávila Camacho en Puebla; prácticamente el voto sustentó
un poder presidencial que no buscaba instaurar una democracia en su real
concepción, era el requisito para demostrar la “participación” de las “fuerzas
vivas de la revolución”, y la competencia entre los mismos aspirantes del
partido consistía en demostrar quien alcanzaba más votación sea cual sea el
método utilizado; la caracterización que forjó al PNR transformado en Partido
de la Revolución Mexicana (PRM) y en su más acaba expresión en Partido
Revolucionario Institucional (PRI), -que permanece hasta nuestros días-
mantenía la tendencia de ser el partido hegemónico con control absoluto de los
órganos electorales –que puede ser un buen tema para otra aportación-, los
avances en materia electoral fueron lentos y esporádicos, el voto femenino se
logró hacia 1953, antes solo lo ejercían los varones, y la edad legal de 18
años para votar se aprobó en 1970 ¿y el voto? La política de masas del
cardenismo bajo el corporativismo le proporcionó en demasía la cuota de
sufragios durante años, el voto se convirtió estadística de “popularidad” para
los candidatos oficiales sin más valor que un referéndum para el mismo
aspirante al cargo de elección popular. Los candidatos de oposición le
proporcionaban esa “competencia” requerida hacia el exterior y con base en la
ley electoral dibujaban una “democracia” de quedaba en el papel al momento de
contrastarla con la realidad. Tanto el Presidente como los gobernadores utilizaron
en forma discrecional el uso de la fuerza, y por tal, el aparato de la
administración pública quedaba a su disposición, en consecuencia los órganos
electorales[5]
federal y estatal no fueron la excepción.
La presión social como instrumento de cambio
La apertura del régimen autoritario hacia uno
de mayor competitividad electoral se debió en gran medida a la movilidad y
presión social[6],
nada fue obtenido por gracia de la clase gobernante o por “convicción
democrática”, tampoco se puede negar la aportación de los partidos políticos no
obstante fueron menores dado que estuvieron acotados y también reprimidos, y otros
más supeditados a los designios del PRI. Entre los primeros se situaron el
Partido Acción Nacional (PAN), y el Partido Comunista; en los segundos se
recordarán por su funcionalidad al Partido Popular Socialista (PPS) y al
Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). En la medida que la presión
social generada por un evento de gran magnitud e impacto provocaba síntomas de
inestabilidad, los partidos de oposición fueron la única vía para canalizar las
inquietudes de los sectores disidentes, el partido hegemónico por el contrario,
se apegó a la figura presidencial como apéndice de sus decisiones. La
obstrucción y la represión eran parte del sistema político mexicano que se
situaba como luz y sobra, paradigma de naciones con inestabilidad social o con
falta de consensos para lograr acuerdos a fin de gobernar; el presidencialismo,
el corporativismo y el partido hegemónico respondían a la ejemplar gobernabilidad
que permaneció por más de 70 años. Así como el Presidente de la República
mantenía la sumisión del Poder Judicial y del Legislativo, a su imagen y
semejanza los gobernadores repitieron el mismo esquema con los congresos
locales y el poder judicial estatal. De igual forma disponía de los aparatos de
represión para sofocar cualquier intento de disidencia, por lo que se
establecía un amplio control y de gran magnitud, ”Estamos frente a una
dictadura muy peculiar pues sus rasgos militares son tenues pero cuyos
controles burocráticos y policíacos son fuertísimos”[7],
son incontables los hechos donde la policía y el ejército reprimieron tanto a grupos
sociales como a la población para mantener la llamada “paz social”[8].
En el recuento de estos hechos quedan partidos como la Federación de Partidos
del Pueblo Mexicano (FPPM) liderados por Miguel Enríquez Guzmán, el PAN, el PC,
luchadores sociales como Rubén Jaramillo, guerrilleros como Genaro Vázquez,
Lucio Cabañas, hechos como en Aguas Blancas, El Charco, movimientos sindicales
entre ferrocarrileros, magisterio, médicos, electricistas y cientos de casos
más registrados como evidencia de ese régimen que impuso a sangre y fuego el
control político de toda una nación.
Condiciones y perspectivas del voto
A juicio personal son dos sucesos que inciden
en las aperturas del sistema político mexicano: el movimiento estudiantil de
1968 y el levantamiento zapatista de 1994. Ambos marcarían en forma indirecta
la importancia del voto para decidir en las decisiones de gobierno. El primero
obligó a pensar en la crisis de institucionalidad e impulsar la reforma
electoral de 1977[9]
para dar mayor apertura a los partidos de oposición. El segundo reforzó los
mecanismos de participación electoral en una nueva institución con mayor margen
de decisión y acción al entonces Instituto Federal Electoral (IFE). No obstante
desentrañar el impacto y el significado para nuestro país se torna un tanto
complejo, pues en la mayoría de la ciudadanía ejerce el voto aunque no tiene idea
de la dimensión de lo que representa como acción trasformadora; la apatía, el
desinterés, la falta de información, el proceso de reformas al sistema
electoral, el clientelismo, el corporativismo de los partidos políticos y los
intereses de la clase gobernante interactúan para que se establezca una especie
de cortina de humo, donde solo la clase política se beneficia de este ejercicio
democrático, y pocos, muy pocos tengan conciencia de lo que implica, y pese a
discutirse si estamos en una democracia o en una alternancia de partidos, en la
realidad quedan dudas por el uso que se le asigna al voto equiparado como
mercancía de cambio y no como fuerza cambio. Y entonces ¿Por qué votar? Porque
es la única forma dentro del sistema legal de participación, de incidir
activamente hacia la clase gobernante y los partidos políticos, el voto
cristaliza la inquietud política del individuo que toma conciencia de lo que
implica sufragar para mejorar en los niveles económicos y sociales, sin embargo
existe el voto inconsciente que se regala a cambio de una despensa, de un
juguete, de un bulto de cemento, o de cualquier objeto que no tiene más valor
que demostrar la indiferencia para el sufragio, que por siglos se logró incluso
con sangre. Votar es el ejercicio de nuestra conciencia y voluntad, es parte de
una práctica con siglos de continuo ejercicio y perfeccionamiento, dentro de un
marco teórico como instrumento de cambio el derecho a utilizarlo como un acto
de libertad inalienable no tiene precio y ojalá no se desperdicie, o sea
catalogado como voto inútil y esto se puede evitar estableciendo un binomio
entre teoría y práctica del voto.
* Licenciado en Ciencias Políticas y
Administración Pública por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la
UNAM, pasante de la Maestría en Gobierno y Asuntos Públicos por la División de
Estudios de Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UNAM; sus líneas de investigación son: partidos políticos, sector energético,
sector salud, cuestiones étnicas y administración pública.
Referencias
bibliográficas
-
Aguilar
Mora, Manuel (1989) Huellas del porvenir, México, Juan Pablos Editor
-
González
Casanova, Pablo (1993) El Estado y los partidos políticos en México, México,
Ediciones Era
-
Huacuja
R., Mario y Woldenberg, José (1976), Estado y lucha política en el México Actual,
México, Ediciones El Caballito
-
Levy,
Daniel y Székely, Gabriel (1985) Estabilidad y Cambio, paradojas del sistema
político mexicano, México, El Colegio de México
-
Paine,
Thomas, (1944) Los Derechos del Hombre. México, Fondo de Cultura Económica
-
Salazar
Mallén, Rubén, (1980) Desarrollo del Pensamiento Político. México, UNAM.
-
Zinn,
Howard, (2006) La otra historia de los Estados Unidos. México, Siglo XXI
Editores,
-
Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación (2003), Evolución histórica de
las instituciones de la Justicia Electoral en México, México, Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación
[1] Sobre este tema existe una
amplia literatura, véase: Salazar (1980)
[2] Es innegable la influencia de
las ideas de la Revolución Francesa en el movimiento de independencia de las 13
colonias británicas, véase Paine (1944) y Locke (1989)
[3] Para mayor referencia a este
contradictorio contexto en Estados Unidos, consulte: Zinn (2006)
[4] Dentro de los estudios más
completos sobre el origen del PRI se encuentra el texto de El partido de la
revolución institucionalizada. Consulte: Garrido (1987)
[5] Para mayor amplitud del tema
electoral véase la referencia bibliográfica al final del documento.
[6] Entre los textos clásicos sobre
la sistemática represión del Estado mexicano consulte: Huacuja R. y Woldemberg
(1976)
[7]
Manuel Aguilar Mora (1989)
Huellas del porvenir. México, Juan
Pablos Editor, 128
[8] Daniel Levy y Gabriel Székely
(1985), Estabilidad y cambio, paradojas
del sistema político mexicano. México, El Colegio de México,
[9] Pablo González Casanova (1993), El Estado y los partidos políticos en México,
México, Ediciones Era




