Por. Russell Mariano
La administración pública hoy en
día se encuentra en constante reinvención, el objetivo principal: procurar el
bienestar común, ese bienestar que a veces encierra mucho y otras veces tan
poco que la vida misma del ser humano se vuelve carente de lo básico y apenas
subsiste. En ese sentido la participación social en la toma de decisiones, también
en la ejecución y en la evaluación de lo ejercido es una necesidad en el
ejercicio público, y no es algo nuevo en la sociedad, quizás para la
administración pública occidentalizada lo sea, bajo sus lineamientos, sin
embargo, para el caso nuestro, específicamente de los pueblos étnicos la
participación social se ha visto reflejada en la vida en comunidad, específicamente
de la organización para el trabajo, lo que comúnmente conocemos como “Tequio”
en el Estado de Oaxaca.
El tequio viene a representan la
forma organizada que los habitantes de una comunidad determinada emplea para
realizar trabajos en beneficio común e incluso puede también expresarse como un
acto de trabajo solidario que abona en la edificación de un bien particular y
que éste se vuelve reciproco entre los habitantes de la población en cuestión.
Desde el enfoque administrativo, en el caso de alguna obra pública, el “tequio”
se vuelve una acción obligada para cada ciudadano de la población, inclusive
con cooperaciones establecida para adquirir algún bien o insumos para la construcción
de la obra requerida. Podemos observar entonces un esquema de trabajo colectivo
que permite, mediante la organización, la ejecución de obras, que a criterio
particular de la misma comunidad, consideran parietarias para su desarrollo.
Ahora bien, bajo el estereotipo
de la administración pública convencional, el “tequio” no figura en la
planeación municipal ni estatal, se inscriben la descripción y las buenas
intenciones para/con la participación ciudadana pero no como política pública
para exponencial los programas sociales y de infraestructura cuando en realidad
el “tequio” ha edificado poblados sin la
mínima intervención del Estado. Si las comunidades han mejorado su entorno con
su propio esfuerzo ¿Dónde queda el trabajo Municipal y Estatal?
Con el “Tequio” se han construido
escuelas, mismas que pasan a manos del IEEPO (ahora nuevo y con las peores
prácticas), abierto brechas, pavimentado calles, construido depósitos de agua,
canchas deportivas, entre otras obras más que las administraciones municipales
se adjudican en sus informes de gobierno. El usufructo del trabajo comunitario
se ha incrementado a beneficio de los gobiernos plagados de corrupción, mismos
que desde la esfera estatal nada se hace para observar la aplicación de los
recursos públicos, muestra clara de la alta complicidad que retrasa el derecho
a una vida plena, propia del principio de un Estado de bienestar.





